Sevilla es el destino perfecto para una escapada urbana diferente, económica y muy divertida. La ciudad tiene una gran oferta cultural, de ocio y, sobre todo, gastronómica, que no se puede pasar por alto. Por eso, una de las actividades imprescindibles para hacer en toda visita a Sevilla es una buena ruta de tapas (¡o dos, si se puede!).
Si te alojas en un hotel en el barrio de Santa Cruz o en el de Triana, tendrás lo mejor del tapeo andaluz a la puerta de casa, ya que ambos son los puntos principales de encuentro cuando se trata de pasar una noche de tertulia, tapas y cañas en un buen ambiente.
Dormir en la zona de Triana te permitirá conocer el alma del tapeo de la ciudad. Esta ruta goza de gran acogida entre los locales que, durante cualquier día de la semana, llenan sus bares después de trabajar con alegres conversaciones y delicioso olor a pescaíto frito. El serrano, el salmorejo o la ensaladilla rusa que se puede encontrar en las cartas y mostradores de sus tabernas bien se merecen un monumento.
Pero en todo el centro de Sevilla hay bares para hacer disfrutar al paladar: La Alicantina, El Bacalao, El Arenal, el mítico Casablanca o La Encina. Para gourmets, una buena recomendación es La Esclava, un lugar premiado en numerosas ocasiones por la innovación y el sorprendente sabor de sus tapas; y para los de buen comer y gustos más tradicionales, uno de los imprescindibles suele ser el Cibeles II, donde el plato de serranito se lleva la palma.
En el barrio de Santa Cruz podemos encontrar buenas tapas en Casa Carmelo, en el Bar Giralda, el Vinela o en Casa Román, pero lo ideal es que si estás en un hotel cerca de la Catedral de Sevilla, en pleno corazón de la ciudad, dediques un par de tardes y noches a pasear por las diferentes plazas que integran el barrio.
La mejor opción es callejear por algunas de sus intrincadas callejuelas: Gloria, Santa Teresa, Rodrigo Caro o la siempre animada calle de Mateo Gago, donde se encuentra –entre otros- el mítico bar El Perejil, son siempre un acierto.